Si en el tradicionalmente turbio panorama astrológico hubiesen existido y aun existiesen más personajes de la lucidez y talla humana que presenta Carlos Carneado, y no escaseasen tanto importantes valores como los que él representa, que antepone la Astrología al egoísta interés personal, dándonos una lección a todos, seguramente habríamos avanzado con más fluidez y colaboración los que de una forma u otra hemos asumido, en muchos casos, más como un deber moral hacia la verdad, que por voluntad propia, el difícil papel de nadar contra corriente intentando defender lo que tal vez ya sea imposible, por no decir una pura quimera, conseguir, que nuestra querida Ciencia de Urania pueda recuperar al menos parte del prestigio perdido desde hace décadas por no remontarnos a siglos.
Un prestigio que tuvo antaño y que le fue arrebatado en gran medida por la actitud en muchos casos, más propia de Inquisidores que de verdaderos científicos, de quienes en su día en los albores del nacimiento del materialismo, adoptaron como bandera de las nuevas ciencias, que trataban entonces de abrirse camino, la estrategia de lanzar un ataque sistemático y sin precedentes contra unas disciplinas que compartían con ellas mismas un tronco y origen comunes. Unos ataques que en muchos casos aún hoy se mantienen vivos, alimentados por parte de personajes presos todavía del inmovilísmo más feroz, que presumen ser científicos, aunque bien es cierto que en algunos casos su actitud debería hacer enrojecer a la propia ciencia, al carecer por completo de atributos básicos como la ecuanimidad, la curiosidad o una mínima apertura mental, algo que resulta propio e imprescindible para merecer ese nombre. Por el contrario, muestran en sus actuaciones la característica actitud y vehemencia tras las que se adivina fácílmente la militancia y el empeño propios de un fanático religioso que lucha sin cuartel contra lo que considera es un anatema en lugar de intentar estudiar lo qu eno comprenden para poder así desvelar los misterios que aún restan por resolver.
Entre tanto esos detractores desvían el que debería ser su rumbo normal, el de los verdaderos hombres de ciencia, para dedicar todo su esfuerzo, y por lo que se ve, el escaso potencial de su cerebro, a combatir lo que no alcanzan a entender, continuando en su absurda, obsesiva e intolerante cruzada cuyo empeño final no es otro que convencer a incautos y tratar de borrar, por todos los medios posibles a su alcance, cualquier vestigio que pueda relacionar a la Astrología con su sacro santa ciencia, e impedir que se sepa lo que ya es conocido, que inicialmente formaron parte de un mismo tronco común.
Tal vez esa cruzada que tanto parece obsesionarles sea sólo la consecuencia de su intolerancia a que en muchos casos la Astrología no comparta, de forma plena, su monolítico paradigma, que creen la única verdad absoluta, cuando bien se sabe, que la visión del mundo, nuestra cosmovisión, como todo lo que existe en el universo está siempre en perpetuo cambio, algo que desde tiempos remotos siempre han tenido en cuenta tanto la Astrología como otras antiguas disciplinas, de las que las ciencias llamadas ortodoxas en sus inicios bebieron, disciplinas que considera hoy erróneamente muertas y a las que ahora desprecia ocultando sus logros y sus históricas aportaciones como si nunca se hubiesen producido, y tachándolas de ser sólo un vestigio molesto de un tiempo pasado y arcaico.
La Astrología analiza las causas de los acontecimientos y sus efectos, lo que puede hacerse individualmente, sobre la propia persona, o colectivamente, cuando atañen a estados y sociedades, y lo hace desde un paradigma muy diferente al científico, pero no por ello menos cierto, respetable, o verdadero que éste, nos referimos por supuesto a la Astrología real, no a lo que algunos (científicos y otros que no lo son) denominan bajo ese nombre, que en realidad es unicamente una caricatura perversa y ajena por completo a ella: Nos estamos refiriendo al mundo de pandereta, circo y fanfarria de los horóscopos de los famosos y sus revistas, que han plagiado y pervertido su buen nombre, algo que la todopoderosa ciencia oficial, no alcanza o no quiere entender. es que existe una verdadera Astrología, con cuyo método, que la ciencia no comparte, no puede avalar su funcionamiento, aunque tampoco certificar su completa falta de él. La ciencia ortodoxa se aprovecha en numerosas ocasiones de esta situación, de la que se sirve como burda excusa para fomentar el descrédito social contra la que entienden como su enemiga, una situación lamentable, y de la que los astrólogos tampoco hemos sabido defendernos debidamente, denunciando la absoluta falsedad y falta de rigor de lo que consideramos es "basura astrológica" que está suplantando desde hace décadas a la verdadera Astrología relacionando su buen nombre con lo que lo que en muchos casos sólo es sólo un verdadero timo, una estafa propia de unos vividores carentes de vergüenza y escrúpulo alguno
Los astrólogos también debemos asumir nuestra propia responsabilidad frente a esos ataques, reconociendo con humildad, que en gran cantidad de casos, existen muchos autodenominados astrólogos que no lo son en absoluto, sino sólo meros mercaderes que han utilizado en su propio beneficio e interés el nombre tradicional del que practica honradamente la disciplina de los astros, para esconder tras ese barniz a verdaderos delincuentes que vienen operando en nombre de nuestra ciencia.
Mientras esos personajes hunden nuestro prestigio, y lo que es peor el de la propia Astrología real, muchos de nosotros, los que se supone respetamos y conocemos los verdaderos rudimentos de la Ciencia de las Estrellas permanecemos de brazos cruzados mirando hacia otro lado, convirtiéndonos en cómplices y responsables, en este caso por omisión, de estas lamentables actuaciones al no proceder, en la medida que nos sea posible, a denunciar estos abusos como y donde podamos, llevando a cabo una verdadera y necesaria limpieza de nuestra propia casa que expulse de ella a charlatanes, estafadores y aprovechados, que existen en número mayor que los que se auto definen como escépticos, los llamados detractores o críticos, y que sin duda provocan mucho más el descréditoque en su mayoría proceden del stablishment de la ciencia denominada oficial, y a los que hacemos únicos responsables en solitario de esta desgraciada e injusta situación, cuando en verdad solo aprovechan esa lacra que contamina nuestra Ciencia de Urania, para con esa excusa, arremeter contra ella.
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